El encuentro

Juan salió de su apartamento aturdido. Comenzó a caminar al principio despacio, para más tarde acelerar el paso. No era la primera vez que lo hacía. Caminaba sin rumbo ni destino. Solo quería salir, caminar hasta reventar para más tarde volver. No entendía por qué, pero encontraba alivio en aquellas palizas. Lo más probable es que, como en otras ocasiones, caminaría tanto que tendría que volver en taxi. Sin embargo Juan no volvería esa noche al apartamento, de hecho no volverá jamás.

Tomó la primera calle a la izquierda y se dirigió hacia la rotonda de Latinoamérica. Con paso decidido, fue dejando el barrio y a su izquierda el frondoso e impresionante parque de Arriaga asomó ante sus ojos. Normalmente cuando necesitaba desahogarse no apartaba la mirada del camino por nada, pero algo se movió entre los árboles y sus ojos no pudieron evitar mirar. Se detuvo en seco, no daba crédito a lo que estaba viendo. Miró alrededor suyo para buscar el amparo de algún otro testigo.

"No puedo creerlo", pensó. "Con todo el tráfico que tiene Portal de Foronda y estoy aquí solo. Solos los dos, ese extraño ser y yo." Buscó en el bolsillo derecho de sus tejanos y no encontró nada. Por un momento dejó de mirar al ser y miró su pantalón confuso. "¿Dónde demonios tengo el móvil?" Cuando levantó la vista, sintió como le tocaban el hombro izquierdo y sufrió el mayor susto de toda su vida. Aquel ser ya no estaba entre los árboles en el parque, estaba a su lado, medía un par de metros como mínimo y sostenía su móvil en una horrible mano gris de cuatro dedos.