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Nuestro sol en tiempo real

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Vuelo por la llanada

jueves, 15 de abril de 2010

Enalteciendo el claxonazo

Vitoria-Gasteiz, las 15:18 de la tarde. Me dirijo hambriento hacía mi casa conduciendo a través de la calle Madrid. Llego a  la rotonda y dejo la avenida Juan Carlos I a mi derecha. El semáforo tras la rotonda esta verde, me coloco en el carril izquierdo porque hay una furgoneta en el derecho y acelero. Me sumerjo en el túnel de la susodicha calle. Tengo un monovolumen negro ante mí a unos diez metros y juntos atravesamos el túnel y comenzamos a ver la salida. ¿¡%$EEEEEEEEHHHHHH%&??!!!!!!! pero que....¡CO....oneeees! Frenazo del monovolumen con salida de humo de las ruedas incluido. A través de sus cristales comienzo a observar atónito la causa del frenazo. Pulso las emergencias y una décima de segundo después mi bocina suena a todos los decibelios que da. El monovolumen esquiva el obstáculo y sigue su camino sin un solo pitido, sin bajar la ventanilla, sin llamarle de todo al maravilloso jardinero que ha decidido cruzar con su estupendo cortacesped, justo en la salida del túnel. Un segundo... Dos segundos... Tres segundos...Cuatro...Cinco...Seis y mi bocina sigue sonando. Por el espejo retrovisor veo como me bracea el maravilloso jardinero en su flamante cortacesped. Supongo que nos da las gracias a mí y a mi compañero de susto el monovolumen negro, por ser buenos conductores y estar muy atentos, porque si no llega a ser así, ahora esa persona estaría muerta; el túnel estaría cerrado; habría un atasco del carajo en la calle Madrid y una furgoneta negra recogería el cadáver del insensato jardinero.

Sinceramente, no pretendo que compartáis mi forma de conducir, ni mi forma de utilizar el claxon, pero últimamente observo entre extrañado y asustado como la gente se deja hacer de todo y ni se inmuta. Lejos de  entender esa forma de actuar como un indicio de gente civilizada, lo que realmente a mi me parece es que esos conductores están actuando mal. La realidad es que tanto si el que nos hace la pirula esta distraido y no nos ha visto, como si nos la esta haciendo adrede, se merecen el claxonazo igualmente. Primero para evitar el accidente, que esto es para lo que fundamentalmente sirve la bocina, segundo para llamar la atención del resto de conductores, sobre el estupendo espécimen de conductor pirulesco y finalmente para que le moleste el ruido al infractor, quedando grabado a fuego ese momento en su cabeza de chorlito. 

Lógicamente, he de reconocer que alguna que otra vez me han dado un sonoro bocinazo a mí. No, de verdad, no han sido muchos, pero alguno que otro me he llevado. No obstante los claxonazos que recuerdo me los merecí de sobra y creo que cumplieron su cometido: Despertar mi atención inmediatamente.

Siempre y cuando no haya ningún hospital cercano y no sean más de las diez, considero necesario volver a utilizar el claxon. Ejercer nuestro derecho de queja ante las infracciones que nos rodean. Despertar a los dormidos al volante. Enseñar a conducir a unos cuantos a base de decibelios bien distribuidos. No obstante si a pesar de todo, mañana, otro jardinero con su flamante cortacesped cruza a la salida de un túnel, siempre nos quedará el tío la vara. ¿Alguno tiene el teléfono?

1 comentario:

  1. Aupa primo!

    Te escribiría al correo, pero no encuentro tu dirección por ningún lado. Era para darte la enhorabuena por el blog, no sabía de tu afición a la escritura, lo seguiré en adelante!

    Un abrazo y a ver si estamos un día que me pase por Vitoria!

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Nevadas invierno 2004-2005