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Nuestro sol en tiempo real

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Foto sonda espacial SOHO-NASA

Vuelo por la llanada

viernes, 14 de mayo de 2010

El salto

De pronto su marido realizó una maniobra brusca y ella se golpeó la cabeza contra el cristal.
- ¡Eeeeh! - Exclamó ella - Se puede saber que te pasa.
- No he sido yo. Debe haber sido una racha de viento.
Viento, pensó Bela. Pero si esta parte de la carretera esta protegida del viento. Seguro que ha sido el sueño. Anoche no dormimos ni dos horas seguidas.
Bela decidió dejar de mirar por la ventanilla y comenzó a vigilar a su marido, por si cerraba los ojos. Mientras tanto se masajeaba el golpe que se había dado en la cabeza.
Los ojos de su marido eran de un azul intenso. Eso era una de las cosas que le habían gustado de él, cuando empezaron a salir juntos, pero de pronto ella observó como el azul de los ojos de Selef desaparecía. Las pupilas de su marido estaban tan dilatadas, que ahora parecían unos ojos de color negro. Los brazos de su marido se tensaron al máximo y su rostro era la definición del miedo. Ella entonces miró hacia donde su marido lo hacia y vio a la carretera recta convertirse en curvada en décimas de segundo. Después vino el ruido. Aunque ella no podía asegurar que el ruido no había estado allí. Pero ella percibió aquello en aquel orden. El tiempo parecía haberse detenido. Aunque en aquel momento el coche viajaba a ciento cincuenta kilómetros por hora, el tiempo que tardó en llegar a la brecha en la carretera, a ella le pareció una eternidad. El vehículo daba botes mientras la carretera se deslizaba de un lado a otro bajo él.
Sélef mantuvo el control del vehículo en todo momento, a pesar de las circunstancias. Al ver la brecha decidió en milésimas de segundo que lo mejor era acelerar. Si frenaba caería en ella, si aceleraba podría pasar, y eso es lo que hizo.
Bela comprendió lo que su marido iba a hacer y comenzó a gritar, aunque su grito era ahogado en gran parte por el estruendo del terremoto. Se agarró a su asiento cuando el coche dejó de pisar el suelo y por unos instantes, que a ellos les parecieron minutos, el vehículo dejo de tambalearse y voló con toda naturalidad de un extremo a otro de la brecha, que tendría unos dos metros de largo. El aterrizaje no fue tan sosegado como el vuelo. Las ruedas delanteras reventaron en el impacto, pero el morro del coche consiguió pasar. El tren trasero golpeó entonces el borde recién cortado de la carretera, se partió cayendo al fondo del nuevo barranco. El coche pasó, pero sin ruedas de atrás. Sélef pisó entonces el freno y detuvo el coche derrapando entre chispas.
Cuando el vehículo se detuvo, quedó por casualidad mirando hacia la montaña. Podía perfectamente haber derrapando hacia el otro lado y no habrían visto nada. Pero lo vieron, se miraron y comprendieron. Y por un momento la tranquilidad volvió a los ojos de su marido. El azul volvió a sus ojos, justo cuando miles de rocas desprendidas de la montaña cayeron sobre ellos, aplastándolos.

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Nevadas invierno 2004-2005