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Nuestro sol en tiempo real

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Foto sonda espacial SOHO-NASA

Vuelo por la llanada

miércoles, 26 de mayo de 2010

La reunión

La habitación se sumió en un silencio absoluto. Sin embargo Sélef parecía haber asimilado la idea bastante rápidamente, puesto que siguió formulando cuestiones técnicas. Abrán estaba literalmente paralizado en su silla.
- Diez mil dosis energéticas, ¿cuanto han calculado que duraría el viaje?
- Bueno, - dudo Mahli - alrededor de seis meses.
Abrán saltó literalmente de su asiento.
- ¡Seis meses en…
Después cayó al suelo.
Repentinamente un ruido ensordecedor ocupó la estancia y mientras Abrán intentaba incorporarse, varias de las sillas bailaban, botaban y caían. Enós perdió el equilibrio, golpeándose la cabeza contra el cristal por el que estaba mirando, para después caer hacia atrás, sin conocimiento. Sélef andaba con manos y pies como podía hacia la puerta, pues eso es lo que siempre había oído que se debía hacer en caso de un movimiento sísmico.
Mientras tanto Abrán se debatía, atrapado entre las sillas y la mesa, que amenazaba con caer. Intentó incorporarse sobre sus manos y rodillas para poder alejarse de las sillas, que lo golpeaban una y otra vez, pero en aquel momento la violencia del terremoto llegó al clímax. Abrán se precipitó al suelo cuan largo era y vio como el señor Enós botaba literalmente en el suelo, inerte. La gran cristalera de la ventana se curvaba de una forma espectacular y empezaba a resquebrajarse. Por el rabillo del ojo Abrán vio como la mesa se volcaba hacia él, intento rodar por el suelo en lo que a él le pareció una eternidad. Mientras comenzaba a rodar, tuvo tiempo de pensar que aquella mesa podía pesar alrededor de ciento cincuenta kilos. Cuando la mesa estaba a punto de aplastarle, Abrán recibió un fuerte impacto que lo desplazó a medio metro de la mesa. Entonces se rompió la cristalera cayendo sobre Enós en miles de fragmentos. Eso fue todo lo que se oyó en ese momento. Todos escucharon como se había roto la cristalera y como si de una señal se tratase, después solo quedó el silencio. Silencio y sangre.
Abrán miraba su mano derecha, empapada en sangre. Estaba aturdido. No alcanzaba a entender porque tenía sangre en su mano. Cuando empezó a reaccionar buscó una herida en su mano. Al no encontrarla siguió con su brazo. Después los ojos enfocaron a mayor distancia y lo vio claro. Lo entendió todo. Mahli gritaba:
- ¡Oh, luz divina, por qué nos haces esto! ¡Por qué!
Sélef se había levantado y miraba, aturdido también, desde la puerta de la sala.
Al lado de Abrán había un gran charco de sangre, pero no era suya. Por debajo del borde de la mesa volcada, salía la cabeza y los brazos de Gersón. Él le había salvado la vida. Si no le hubiese empujado, ahora seria él el que estaría allí desangrándose. El espacio entre el borde mortal de la mesa y el suelo era de escasos tres centímetros, así que el cuello de Gersón estaba prácticamente seccionado. Esa era la sangre que empapaba la mano de Abrán, que ahora lloraba de impotencia, sentado en el suelo.
La puerta se abrió y entraron dos médicos. La escena debía ser dantesca, pues se quedaron clavados tras pasar el umbral. Enós rodeado de miles de cristales. La mesa volcada sobre Gersón y un gran charco de sangre bajo él. Abrán llorando mientras el charco empezaba a mancharle el traje térmico. Hacia un frío terrible en la estancia.
- ¡A que esperan! - grito Sélef - ¡Hagan su trabajo!

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Nevadas invierno 2004-2005